Indulgencia Plenaria en Pentecostés con el "Veni Creator Spiritus"
Uno
de los himnos más conocidos y apreciados de la Liturgia Católica es el Himno
Veni Creator Spiritus, una obra maestra tanto por su texto como por su música,
que procede del siglo IX y que se atribuye al monje Rabano Mauro, cuya memoria es
el 4 de febrero.
Se trata de una invocación al Espíritu Santo. La
petición fundamental que se le hace es que venga a nosotros, y que nos llene de
sus dones, con lo que todo en nuestro entorno cambiará. De ahí su utilización
no sólo en la fiesta de Pentecostés, sino en todas las celebraciones en las que
se implora su efusión para quien es elegido para algún ministerio.
El Veni Creator es una de esas oraciones que
conviene no sólo rezar con frecuencia sino también, a ser posible, aprender de
memoria, para poder recurrir a ella en los momentos más variados de la vida.
La indulgencia plenaria ayuda a los ya difuntos a completar su paso de purificación por el Purgatorio y entrar en el Cielo.
Pater Fausto Osuna
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VENI CREATOR SPIRITUS
Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus,
Altissimi donum Dei,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.
Tu septiformis munere,
Digitus Paternae dexterae,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.
Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.
Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.
Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito
In saecula saeculorum. Amen.
Traducción al español
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo. Amén
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