EL PADRENUESTRO EN LA LITURGIA




Al concluir la Plegaria eucarística nos adentramos en el denominado Rito de comunión.

El Rito de comunión se desarrolla en tres partes:

1. Ritos de preparación (pre-comunión): la oración dominical (padrenuestro), el rito de la paz y la fracción del pan;
2. Ritos de realización (comunión): la oración en silencio, la mostración del pan eucarístico, la comunión propiamente dicha y el canto procesional; y
3. Ritos de asimilación y reconocimiento (post-comunión): el momento de recogimiento y/o canto de acción de gracias y la oración conclusiva del que preside.

La monición, la oración y el embolismo se recitan o se cantan. En el contexto de la celebración eucarística, el Padrenuestro no es una oración que requiera el canto. En otras celebraciones (Laudes, Vísperas, etc.) sí admite un tratamiento musical más desarrollado. En la eucaristía, si se canta, la melodía ha de ser muy sencilla y lineal de modo que subraye bien las peticiones y el propio texto. Los modos que propone el Misal, adaptación al castellano de los textos latinos, son muy adecuados.

Lo que nunca puede hacerse es alterar la letra de esta oración atreviéndose a cambiarla o parafrasearla. Tampoco puede introducirse nada entre la monición y la oración. Cuando el sacerdote invita a rezar el Padrenuestro, nadie tiene derecho a impedir que la asamblea lo haga ya, sin esperar a más. Lo contrario es tan ilógico, tan falto de sentido litúrgico y de sentido común, que no debiera ni siquiera estar prohibido pues se prohíbe por sí mismo. Atención con esos cantos que intercalan “a boca cerrada” la oración del Padrenuestro. No respetan este criterio litúrgico por lo que no tienen cabida en una celebración eucarística (quizá sí en otros encuentros no litúrgicos).

El embolismo (oración que recoge y desarrolla una oración precedente) desarrolla la última petición del Padrenuestro y anticipa el rito de la paz ─«Líbranos de todos los males, Señor y concédenos la paz en nuestros días…»─ a la que el pueblo responde con la aclamación: «Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.». Es una aclamación tradicional que ha sido restaurada e incorporada al rito romano como una aclamación de la asamblea con la que expresa su entusiasmo ante la perspectiva gloriosa del retorno triunfal del Señor: «…mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo…». Al ser como una doxología del Padrenuestro, subraya la analogía con la Plegaria eucarística que termina también con una doxología parecida. Por esta razón no se dice AMÉN.
¿nos tomamos las manos? ¿las alzamos?


No hay nada en la Instrucción General del Misal Romano que indique que la práctica de cogerse las manos tenga que hacerse. En la misa cada gesto es regulado por la Iglesia y sus rúbricas.

Oración del Señor, IGMR
81. En la Oración del Señor se pide el pan de cada día, que para los cristianos indica principalmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en realidad, las cosas santas se den a los santos. El sacerdote hace la invitación a la oración y todos los fieles, juntamente con el sacerdote, dicen la oración. El sacerdote solo añade el embolismo, que el pueblo concluye con la doxología. El embolismo que desarrolla la última petición de la Oración del Señor pide con ardor, para toda la comunidad de los fieles, la liberación del poder del mal.
La invitación, la oración misma, el embolismo y la doxología con la que el pueblo concluye lo anterior, se cantan o se dicen en voz alta. 
Es por esto que tenemos partes particulares de la misa en las que nos arrodillamos, partes en las que nos levantamos, partes en las que nos sentamos, etc., y no hay mención alguna en las rúbricas que hable de que nos tengamos que coger de la mano al rezar el Padrenuestro.

Por tanto evítese esta práctica durante la celebración de la misa. Ahora bien, si alguien quiere hacerlo lo haga (a modo de excepción) con alguien de absoluta confianza, sin forzar a nadie, sin incomodar a nadie y sin ánimo de que ésta práctica se convierta en norma litúrgica para todos.

Hay que tener en cuenta que no todo el mundo quiere coger la mano al vecino, y tratar de imponerlo resulta un momento incómodo en detrimento de la oración, de la piedad y del recogimiento.

Otra cosa muy diferente es la oración comunitaria fuera de la misa; cuando se reza fuera de la misa no habría oposición alguna si se coge de la mano a alguien pues es un gesto muy emotivo y simbólico.
Por tanto evítese esta práctica durante la celebración de la misa. Ahora bien, si alguien quiere hacerlo lo haga (a modo de excepción) con alguien de absoluta confianza, sin forzar a nadie, sin incomodar a nadie y sin ánimo de que ésta práctica se convierta en norma litúrgica para todos.

Hay que tener en cuenta que no todo el mundo quiere coger la mano al vecino, y tratar de imponerlo resulta un momento incómodo en detrimento de la oración, de la piedad y del recogimiento.

Otra cosa muy diferente es la oración comunitaria fuera de la misa; cuando se reza fuera de la misa no habría oposición alguna si se coge de la mano a alguien pues es un gesto muy emotivo y simbólico.

En resumen: no el lícito levantar las manos, no podemos cambiar el texto, no podemos cantar cualquier musicalización o parodia y no se dice AMÉN al terminar la oración. 
Con la tecnología de Blogger.